Mark Twain no era racista. Se crió entre esclavos y jugaba con ellos, como apuntó en su autobiografía. Además, peleó en la Guerra civil estadounidense contra los esclavistas y apoyó a la naciente Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color. Sus clásicos Tom Sawyer y Huckleberry Finn , por el contrario, retratan el racismo imperante en la sociedad estadounidense del siglo XIX. Sin embargo, el editor Alan Gribben pensó, a 100 años de la muerte del autor, que sería bueno reemplazar las 219 veces que aparece la palabra “negro” ( nigger , en rigor) en Las aventuras de Huckleberry Finn por la menos ofensiva“esclavo”. La inminente versión corregida de Tom Sawyer y Huckleberry Finn a cargo de NewSouth Books saldrá a la venta en febrero, pero ya levantó polvoreda entre los lectores de Twain. “Sospecho que los puristas se van a horrorizar”, había pronosticado Gribben con buen tino. Y fueron varios más lo que salieron a cruzarlo. “El no tenía miedo de subrayar todas las fortalezas y debilidades de su país”, cuestionó Barbara Jones, de de la Oficina para la Libertad Intelectual de la Asociación American Library. El crítico Adam Kirsch, en tanto, cargó tintas desde las páginas del New York Times. “Escribía sobre negros, no para ellos. Era un país segregado”, recordó. El mismo diario fue más lejos. “Esto no es Twain. No hay manera de ‘limpiarlo’ sin hacer un daño irreparable a su obra”, apareció en uno de sus editoriales.
A pesar de la indignación generalizada, EE.UU. nunca le simplificó su destino de clásico al libro más famoso de Twain. Cuando se publicó, en 1885, Huckleberry Finn fue prohibido por la Biblioteca Pública de Brooklyn por “sus prácticas dañinas”. Un siglo después la novela figuraba quinta entre los cien libros prohibidos por la Asociación de Bibliotecas de EE.UU. Hoy la novela desapareció de los programas escolares, pero continúa poniendo en evidencia las contradicciones de un país.
Tomado de: www.clarin.com
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